V Domingo del Tiempo Ordinario
Job 7, 1-4. 6-7
Sal 146, 1-2. 3-4. 5-6
Corintios 9, 16-19. 22-23
San Marcos 1, 29-39
Solemos tener la experiencia de una vida agitada, llena de planes, con agendas llenas. En medio de esta vida llena de ocupaciones también podremos llegar a escuchar o ver que, la vida de otros a nuestro alrededor pasar situaciones similares o hasta peores, sin embargo, es una práctica social muy regular, el preguntar “¿cómo estás?”. Generalmente, la respuesta es “bien” o “como siempre”. Pensamos que no queda tiempo para quejarse, porque sentimos que no sirve para nada expresar lo que realmente estamos viviendo. Ocasionalmente nos guardamos todo, aunque, quizá habrá gente a nuestro alrededor dispuesta a ayudarnos si le compartiéramos nuestra situación. Regularmente, ponemos al mal tiempo buena cara, y seguimos adelante. Es difícil confiar, es difícil abrirnos al otro. Nos cuesta mostrarnos débiles o necesitados. No creemos que podamos merecer la compasión ajena.
El evangelio de hoy parece presentar un resumen del ministerio diario de Jesús, y bueno sea de paso decir que, si lo conectamos con las dos lecturas que iluminan este evangelio, también en la primera lectura vamos a descubrir como un resumen la vida del hombre sobre la tierra, con sus fatigas, preocupaciones, trabajos, enfermedades, proporcionando un retrato duro de la lucha humana contra la aflicción y preocupaciones. Y en la segunda lectura podremos ver un resumen de la vida de los que sirven a Dios, va través del anuncio del evangelio o del servicio.
Jesús curaba a los enfermos, en este día se nos narra la curación de la suegra de Pedro. Expulsaba los espíritus malignos y proclamaba el Reino de Dios. Humanamente hablando, debió ser un día muy agotador. Pero, ¿de dónde podría obtener Jesús su energía que le permitiera realizar su ministerio activo en beneficio del pueblo? Si nos adentramos en el contexto del Evangelio y, el significado de apartarse de la muchedumbre, vemos que era para hacer algo muy especial; el evangelio sugiere que la energía que se consumía en el ministerio diario de Jesús surgió de su fidelidad a su vida de oración. Jesús ha mostrado a sus discípulos su profunda relación con su Padre. Él comparte con nosotros, sus seguidores, el secreto de un ministerio significativo: nuestra inmersión en la oración. Tenemos el desafío de ser fieles a nuestra vida de oración sin importar cuán ocupadas estén nuestras agendas diarias.
También fieles a la oración cuando pasamos circunstancias parecidas a las que nos narra la primera lectura con respecto a Job. El libro de Job pertenece al grupo de los libros sapienciales, los cuales tiene la naturaleza dejar una enseñanza a través del género poético-dramático. En este caso Job se veía envuelto en desesperación, momentos de trabajo no fructífero, en enfermedades incurables y cansancio hasta de vivir. Hoy en día bien podríamos decir que Job estaba sumido en la depresión o que tenía demasiado estrés. De ahí que es importante retomar hoy el camino de la oración como el primer paso; porque de la mano de Dios; a través de la oración; podremos sobrellevar muchas de las situaciones que seguramente estanos enfrentando en cada una de nuestras realidades, ya sea como esposos en el hogar, en el trabajo o como estudiantes. Como segundo paso sería abrirnos a los demás y confiar en que podremos encontrar una mano amiga, o ser una mano amiga, que acoge y consuela en situaciones difíciles de nuestra vida. Una mano que al extenderse genera confianza y acogida. La primera invitación entonces es que oremos para que podamos entregarnos desinteresadamente al servicio de los demás y que todos nuestras labores, proyectos y aspiraciones surjan de nuestra vida de oración, superando todas la dificultades y contrariedades que se nos puedan presentar, y rezar con el salmo 146 “Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados”.
Por otro lado, está la vida misionera o de servicio concretamente que sería la segunda invitación a tener en cuenta, y que surge después de una vida íntima con Dios, es decir después de la oración vamos a la acción, y como no, después de la acción-servicio regresar a la oración para dar gracias, alabar o interceder por algo o alguien. Esta vida de servicio podemos verla en el pasaje de la curación de la suegra de Pedro, ella después de ser curada por Jesús se pone a servir. San Pablo después de experimentar al Señor en su vida, proclama estas Palabras lapidarias: “¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!” más adelante dice: “Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y todo lo hago por causa del Evangelio, para participar yo también de sus bienes.”
Es decir, anunciar el evangelio real es ponerse al servicio de los demás, es estar junto a nuestro prójimo, acompañarlo, escucharlo. Muchas personas están viviendo la depresión o el estrés de Job, muchas están como la suegra de Pedro esperando ser curadas, esperando una mano que las levante, y muchos están ansiosos de escuchar la Buena Nueva del Reino de Dios. Como cristianos bien podemos integrar estos itinerarios en nuestras vidas, y ser esa mano por la cual Dios se hace presente hoy, y así nuestra vida será de Oración, de servicio y anuncio. Y para terminar les comparto este pasaje de la 1 carta de San Pedro que en lo personal me ayudado a integrar y sobrellevar muchos momentos en mi vida: “Estar siempre gozosos, orar sin cesar, dar gracias en todo; porque esta es la voluntad de Dios para con nosotros en Cristo Jesús”. (1 P 5,8)
Un mensaje que es fructífero para mí día a día y más para el corazón.